La identidad profesional de los profesionales de la intervención no puede reducirse a su 'carácter de expertos', a partir de sus conocimientos y competencias, en la aplicación de 'buenas prácticas' destinadas a la obtención de resultados estandarizados. A esta definición funcionalista e instrumental, propia de las ideologías que quieren imponerse en los ámbitos profesionales y de la formación, podemos oponer otra concepción del profesionalismo, que lo asocia a la capacidad colectiva de los profesionales de negociar con el Estado, los colaboradores y usuarios el contenido de las finalidades de su profesión.